de
Domingo Faustino Sarmiento
(1811 - 1888)
para recordar en el siglo XXI
[Instrucción pública]
El lento progreso de las sociedades humanas ha creado en estos últimos tiempos una institución desconocida a los siglos pasados. La instrucción pública, que tiene por objeto preparar las nuevas generaciones en masa para el uso de la inteligencia individual, por el conocimiento aunque rudimental, de las ciencias y hechos necesarios para formar la razón, es una institución puramente moderna, nacida de las disensiones del cristianismo y convertida en derecho por el espíritu democrático de la asociación actual. Hasta ahora dos siglos había educación para las clases gobernantes, para el sacerdocio, para la aristocracia; pero el pueblo, la plebe no formaba, propiamente hablando, parte activa de las naciones.
Tan absurdo habría parecido entonces sostener que todos los hombres debían ser igualmente educados, como lo habría sido dos mil años antes negar el derecho de hacer esclavos a los vencidos, derecho sobre cuya práctica estribaba la existencia de las sociedades libres. (Sarmiento, De la educación popular, 1849)
[Educación popular]
Esta igualdad de derechos acordada a todos los hombres, aun en los países que se rigen por sistemas tutelares, es en las repúblicas un hecho que sirve de base a la organización social, cualesquiera que sean las modificaciones que sufra accidentalmente por los antecedentes nacionales u otras causas. De este principio imprescriptible hoy nace la obligación de todo gobierno a proveer de educación a las generaciones venideras, ya que no puede compeler a todos los individuos de la presente a recibir la preparación intelectual que supone el ejercicio de los derechos que le están atribuidos. La condición social de los hombres depende muchas veces de circunstancias ajenas de la voluntad. Un padre pobre no puede ser responsable de la educación de sus hijos; pero la sociedad en masa tiene interés vital en asegurarse de que todos los individuos que han de venir con el tiempo a formar la nación, hayan, por la educación recibida en su infancia, preparádose suficientemente para desempeñar las funciones sociales que serán llamados. El poder, la riqueza y la fuerza de una nación dependen de la capacidad industrial, moral e intelectual de los individuos que la componen; y la educación pública no debe tener otro fin que el aumentar estas fuerzas de producción, de acción y de dirección, aumentando cada vez más el número de individuos que las posean. (Sarmiento, De la educación popular, 1849)
[Materia gris]
Las fuerzas productivas de una nación dependen menos de la feracidad del suelo (salvo casos excepcionales) que de la capacidad general de los habitantes. Todos estamos de acuerdo sobre la ineptitud industrial de nuestras masas, producida por la falta de tradiciones de trabajo, y de la adquisición de muchas de aquellas prácticas, implementos y útiles de industria que no son sino la aplicación de las verdades matemáticas o los principios de la mecánica, y que están generalizados entre las otras naciones. La instrucción derramada con tenacidad, con profusión, con generalidad entre las clases trabajadora, sólo puede obviar a la insuperable dificultad que a los progresos de la industria oponen la incapacidad natural de nuestras gentes. (Sarmiento, De la educación popular, 1849)
[Las escuelas son la base de la República]
"Nosotros necesitamos escuelas, porque ellas son la base de todo gobierno republicano. Cuando en los Estados Unidos los primeros estadistas me preguntaban algo sobre mi país, yo con dolor les contestaba que nuestra situación era igual a la de los Estados del Sur. Allí como entre nosotros, la sociedad está dividida entre aristócratas, que son los ricos, los que allí tienen la tierra y ocupan el poder, y en poor whites como allí les llaman a los pobres blancos, que no tienen fortuna, ni quieren instruirse y que forman la clase que se llama la canalla.
(...)
Ningún país del mundo está en peores condiciones, señores, que el nuestro para ser República; porque estamos divididos en aristócratas y plebeyos, y esa división es el fruto de la educación mala que se da.
(...)
La ley dice que se persigan a los vagos. Pero, ¿cuáles son esos vagos? ¿Quién los ha hecho vagos, sino los Gobiernos que no los educan?
(...)
Ya se puede comprender lo que entiende de democracia el que decía que lo vendrían a fastidiar con escuelas. Las escuelas son la democracia. Para ellos que tienen la Universidad para que se eduquen gratis sus hijos, la tierra para solazarse y el Gobierno, la escuela es para el vulgo, y entonces dicen: que allá se las compongan con el oso, que es la ignorancia, la pobreza, el vicio. Para tener paz en la República Argentina, para que los montoneros no se levanten, para que no haya vagos, es necesario educar al pueblo en la verdadera democracia, enseñarles a todos lo mismo, para que todos sean iguales.
(...)
Vamos, pues, a constituir la democracia pura, y para esto, no cuento sólo con los maestros, sino con toda esa juventud que forma una generación entera, que me ayudará en la obra. Para eso necesitamos hacer de toda la República una escuela. ¡Sí! una escuela donde todos aprendan, donde todos se ilustren y constituyan así un núcleo sólido que pueda sostener la verdadera democracia que hace la felicidad de las Repúblicas".
(Discurso de Sarmiento ante la manifestación de las escuelas de Buenos Aires a la llegada del Presidente electo en septiembre de 1868)
“Hay otra razón que hace nacional la distribución de la educación. (...) Aquella es, según Adam Smith, la única que no sigue la regla económica de la oferta y la demanda. Cuanto más ignorancia hay, menos demanda ha de haber de educación y viceversa. Las rentas que la sostienen deben ser, pues, nacionales, a fin de que toda la sociedad ocurra con sus medios a los puntos donde más se siente la necesidad, pues que a todos daña la ignorancia local”. Sarmiento (Educar al soberano)
[Educación, inteligencia y progreso]
Adam Smith, que ha fundado toda la economía política en la demanda y en la oferta, aplicándola a todos los casos de la riqueza y de los valores, ha hecho una sola excepción: "menos para la educación", porque la educación será demandada, tanto más, cuanto más educados sean los pueblos que la piden, y la rechazará el ignorante que más la necesita. Se trastornan, pues, todas las reglas de economía de los pueblos, tratándose de educación: el ignorante no quiere educarse él, ni quiere educar a sus hijos, y el educado quiere cuanta más educación puede obtener en favor suyo. Entonces, es legítima la intervención del Estado, y el Estado puede compeler a los pueblos a educarse, porque la educación es necesaria para la industria, para el uso de las instituciones libres, y para todos los casos que constituyen la prosperidad.
Hoy día, ya es un axioma aceptado por todos los pueblos, que la riqueza, que la libertad y todo progreso humano, se reduce a una sola palabra: inteligencia. Y es ridículo que pensemos en tener pueblos e instituciones libres, con las hordas que siguen a un caudillo, como hemos visto todos los que contamos años, veinte mil bárbaros manejados por un pícaro, asolando pueblos, sin saber precisamente qué es lo que quieren, porque generalmente no quieren nada, sino seguir los impulsos de pasiones brutales.
(Discurso parlamentario, Sesión del 13 06 1876).
Sarmiento, Domingo F. Discursos Parlamentarios. Segundo Volumen. Buenos Aires, Luz del Día, 1950. Obras Completas de Sarmiento, XIX. , Pág. 67-68